La nutrición y el estilo de vida juegan un papel esencial en la fertilidad, tanto femenina como masculina. Está demostrado que el aporte adecuado en la dieta de diversos nutrientes (como los ácidos grasos poliinsaturados omega 3, el folato, la vitamina B12, la vitamina D, el hierro o el zinc), el mantenimiento de un peso saludable y el ejercicio físico pueden ayudar a mejorar la fertilidad. En cambio, una dieta con alto contenido en cafeína, grasas saturadas, azúcares y sal, como también el tabaco, el alcohol, el sobrepeso y el sedentarismo tienen un impacto negativo en la salud reproductiva.
El inicio de un tratamiento de fertilidad es un buen momento para iniciar un cambio de hábitos alimentarios para mejorar el estado nutricional y potenciar la salud reproductiva y las probabilidades del embarazo deseado.